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Llegó lo que me temía,
La terrible senectud.
Con ella, la incontinencia
Y el adiós a la juventud.
Los valles y laderas,
Los barrancos de mi piel;
La ausencia de mis dientes,
El plateado de mi sien.
Ya estoy hasta teniente
Y uso gafas al leer.
No hay sol que me caliente
Ni luna que me destemple.
Rodeado de montañas,
Bañado por dos mares;
Uno siempre está en calma,
Otro tiene tempestades.
Uno es de azul cielo,
Otro es negro azabache.
Contrastan con tus mares
Las arenas de tus playas,
El blanco de tus salinas,
El marrón de tus volcanes.
Circundado de montañas,
Centro de un inmenso valle.
Eres Yaiza conocido
De este Mundo, en todas partes.

¡Qué bonito suenan

Los clarines del silencio!

El barco deriva,

Sin mar y sin viento.

La calma es completa,

Rota sólo por el silencio.

El tiempo no existe,

El silencio es eterno.

Su música dulce

Me duerme despierto.

Navegando en mí llanto

Con la mayor arrizada

Sólo el trinquete al viento

Y mi alma anegada,

Por lágrimas de sufrimiento,

De tristeza, sin esperanza.

Navegando en mí llanto

Con las velas arriadas

Los flechastes de mis jarcias

Están rotos y dan lástima.

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