Tampoco lo son las arenas.
Ni las noches, ni la Luna.
Ni siquiera las estrellas.
El mar, ya perdió su sombra:
El reboso sus arenas.
Las estrellas sus destellos
Y la Luna sus mareas.
Las Canteras un paseante
Amante de su ribera
De su brisa y sus olores.
Provenía de otra tierra.
Un infarto traicionero,
Más alto dejó su huella;
Arrebatando a su cuerpo
Pero dejando su escuela.
Defensor como ninguno,
De las Islas, la que fuera
Amigo de todo el mundo
Poeta, donde los hubiera.