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Hoy, que me encuentro inspirado
y tengo ganas de cantar
pudiéndote así narrar
las vivencias de mi infancia,
lo hago con añoranza,
me sale del corazón
los recuerdos del Mojón
y de un burro despabilado
que, hallándose cargado,
en el suelo fue y se echó,
las tabaibas esparció
por el suelo del volcán
echándome a llorar
de la rabia que me dio.
Mi madre empezó a cantar
y a halarle por el rabo,
y yo empujando a su lado
lo pudimos levantar.
El condenado animal
tenía el sitio grabado
pues a cada viaje dado
allí se volvía a echar.